Hoy
he visto una cosa curiosa que me recordó automáticamente un relato
de Kafka. Fue un perro, de calle, caminando por la acera. Él llegó
a un cruce de cuatro calles, y se detuvo frente al paso de cebra.
Aunque evidentemente no observó el semáforo, se pudo apreciar cómo
atravesó por el paso de peatones a la calle de enfrente, y luego a
la de la derecha, de nuevo por el paso de cebra. Podía haber
atravesado en línea recta, por el medio de la carretera; sin
embargo, por algún motivo no casual prefirió los pasos habituados a
tal fin.
Un
ejemplo de lo que ya Kafka interpretó en su tiempo: la humanización
de las especies. Su relato, trata sobre un mono-hombre (que no
hombre-mono) el cual explica frente a un auditorio, con las palabras
más elegantes y el razonamiento más fino de los humanos, su paso de
mono común a mono humanizado, habiendo aprendido los modales y el
habla. Esta observación, sin duda ciencia ficción, posee también
un componente real en la base, al estilo de H.G. Wells; quien trató
también el tema en su Isla del Dr. Moreau.

Ese
creo que es el punto clave del asunto. Pues esa indiferencia es con
la que cambian las costumbres y la vida adaptándose a las
circunstancias. El hecho de que las especies evolucionen no es ni
mejor ni peo, simplemente es. Y así ejemplos como el del perro
callejero demuestran cómo no solo las personas nos adaptamos a las
urbes, sino que los animales que comparten nuestro entorno también
lo hacen. Hoy se sabe que las condiciones de vida influyen en el
genotipo, y por tanto se dan cambios y mutaciones según el estilo de
vida y las habilidades más desarrolladas por un ser vivo a lo largo
de su vida. Por tanto, cuando veo que perros cruzan adecuadamente la
calle, que los gatos imitan tonos humanos que mueven a empatía, que
a los loros se les pide que hablen y demás... Me pregunto cuán
lejos estamos de ver algo así como el mono de Kafka. Y nosotros
mismos... ¿En qué nos podremos convertir?
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