viernes, 10 de abril de 2015

Poemas en Prosa - Oscar Wilde

No conozco piezas de mayor belleza literaria que estos Poemas en Prosa de Oscar Wilde. Dando las justas y preciosas pinceladas, parece que cada frase es música y color, y no encontramos jamás una tosca descripción o un simple avanzar narrativo de la historia. Wilde no quiere contar una historia, sino hacer sonar nuestra imaginación.

Los nombres de los personajes y los lugares traen reverberaciones preciosistas a nuestra mente, los diálogos son de una gran sensibilidad. Los hechos, protagonizados por seres alegóricos e inmateriales, crean esa sensación de irreal realidad de cuando a temas del espíritu se refiere.

Estos Poemas en Prosa son una chuchería literaria, un caramelo que se lee sin darse cuenta; un dulce que no empalaga y que no necesita que nos remanguemos para comer. Un libro para tener en el cajón de la mesita de noche, y sacar a relucir de vez en cuando, como el brillo de pequeños diamantes. Aquí dejo una muestra, el resto es vuestra labor:



El artista:

Un día nació en su alma el deseo de modelar la estatua del «Placer que dura un instante». Y marchó por el mundo para buscar el bronce, pues sólo podía ver sus obras en bronce.

Pero el bronce del mundo entero había desaparecido y en ninguna parte de la tierra podía encontrarse, como no fuese el bronce de la estatua del «Dolor que se sufre toda la vida».

Y era él mismo con sus propias manos quien había modelado esa estatua, colocándola sobre la tumba del único ser que amó en su vida. Sobre la tumba del ser amado colocó aquella estatua que era su creación, para que fuese muestra del amor del hombre que no muere nunca y como símbolo del dolor del hombre, que se sufre toda la vida.

Y en el mundo entero no había más bronce que el de aquella estatua.

Entonces cogió la estatua que había creado, la colocó en un gran horno y la entregó al fuego.

Y con el bronce de la estatua del «Dolor que se sufre toda la vida» modeló la estatua del «Placer que dura un instante».


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El mono-hombre de Kafka

Hoy he visto una cosa curiosa que me recordó automáticamente un relato de Kafka. Fue un perro, de calle, caminando por la acera. Él llegó a un cruce de cuatro calles, y se detuvo frente al paso de cebra. Aunque evidentemente no observó el semáforo, se pudo apreciar cómo atravesó por el paso de peatones a la calle de enfrente, y luego a la de la derecha, de nuevo por el paso de cebra. Podía haber atravesado en línea recta, por el medio de la carretera; sin embargo, por algún motivo no casual prefirió los pasos habituados a tal fin.


Un ejemplo de lo que ya Kafka interpretó en su tiempo: la humanización de las especies. Su relato, trata sobre un mono-hombre (que no hombre-mono) el cual explica frente a un auditorio, con las palabras más elegantes y el razonamiento más fino de los humanos, su paso de mono común a mono humanizado, habiendo aprendido los modales y el habla. Esta observación, sin duda ciencia ficción, posee también un componente real en la base, al estilo de H.G. Wells; quien trató también el tema en su Isla del Dr. Moreau.


La diferencia entre estos dos autores es que Wells, que imagina a través del optimismo científico de la época, presente el asunto como un experimento cruel. Para él, se trata del humano manipulando la naturaleza, metiendo en ella su mano fisgona y torturándola. Presenta, por ello, animales humanizados, que son monstruos. Si bien he sentido siempre una gran admiración por Wells y su forma de extender mediante la ciencia ficción ciertas realidades humanas, en este punto me parece más acertado el trato de Kafka. Su mono-hombre no sufre en absoluto una transformación desvirtuada, no es un monstruo, parece ser más bien un cambio nacido de la propia naturaleza del animal expuesta a determinadas condiciones. Su personaje manifiesta que su humanización (total en costumbres, medio de vida, hogar, etc...) no fue ni un sufrimiento ni una mejoría. Evitando la tentadora idea de pensar que para un mono sería grato volverse humano, Kafka escapa de este antropocentrismo y pone en boca del protagonista la expresión de que su metamorfosis no fue ni grata ni desagradable, sino indiferente.


Ese creo que es el punto clave del asunto. Pues esa indiferencia es con la que cambian las costumbres y la vida adaptándose a las circunstancias. El hecho de que las especies evolucionen no es ni mejor ni peo, simplemente es. Y así ejemplos como el del perro callejero demuestran cómo no solo las personas nos adaptamos a las urbes, sino que los animales que comparten nuestro entorno también lo hacen. Hoy se sabe que las condiciones de vida influyen en el genotipo, y por tanto se dan cambios y mutaciones según el estilo de vida y las habilidades más desarrolladas por un ser vivo a lo largo de su vida. Por tanto, cuando veo que perros cruzan adecuadamente la calle, que los gatos imitan tonos humanos que mueven a empatía, que a los loros se les pide que hablen y demás... Me pregunto cuán lejos estamos de ver algo así como el mono de Kafka. Y nosotros mismos... ¿En qué nos podremos convertir?

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jueves, 9 de abril de 2015

Moby Dick - Olivier Jouvray y Pierre Alary

El guionista Olivier Jouvray y el dibujante Pierre Alary unieron fuerzas para parir el ambiciosísimo proyecto de versionar la famosa novela de Herman Melville: Moby Dick


Digo que el proyecto es ambicioso porque la historia del leviatán es el monumento a la exhaltación y la profundiad poética propia de la literatura americana, adaptada a un género literario que se caracteriza por cierta livianeza en sus obras. A mi parecer se trata de una excelente noticia para el mundo del cómic, que viene necesitando de esta amplitud, y que puede demostrar que como formato artístico es capaz de llegar a todas las sensibilidades y expresar todas las emociones.

La historia basa su fuerza poética sobre todo en un endemoniado capitán que, obcecado por la idea de dar caza a una famosa ballena conocida como Moby Dick, despliega toda una serie de misticismos y pensamientos sobrenaturales que, al lado de su voluntad inquebrantable parecen realzarse y convertirse en realidad. Del mismo modo, a esta beligerante ballena se le han atribuido características como la capacidad de pensamiento, en concreto, de pensamiento malvado, y una violencia fuera de lo común. Ningún capitán se atreve a enfrentarse a ella. Otros elementos como el exhotismo de ciertos personajes, el panteísmo que despiertan las fuerzas telúricas del océano libre y la figura del marinero ayudan a completar la atmósfera.

El mejor punto a favor que tiene el cómic sobre la novela original es la tijera que obviamente se mete en todos los capítulos científico-descriptivos que Melville introduce sobre la caza de la ballena. Puede que sean interesantes para algunos, pero están totalmente fuera de lo que es la historia de ficcion, y hacen la lectura sumamente pesada, ya que dichos capítulos constituyen aproximadamente la mitad de la obra. Además, la atmósfera plástica conseguida por el dibujo y el color comulga perfectamente con lo que debe evocar esta historia.

Sin embargo, y a pesar del gran esfuerzo de ambos autores, y del apoyo de Didier Gonord en el color; la intensidad emotiva y poética de la obra original se ve rebajada en esta versión. En ocasiones los diálogos se ven trivializados, y las escenas de mayor peso pierden mucha potencia al ser simplificadas. Se podría haber explotado más la narración gráfica para expresar las sensaciones del ambiente y la naturaleza, tan importantes en la obra original; así como la verdadera fuerza de Moby Dick; que continúa en su afán destructor siendo presa de innúmeros arpones y estachas alrededor de su cuerpo.

En conclusión, tenemos una obra de grandísimas aspiraciones que, aunque no resiste el pulso frente a la novela original; dará inmenso placer a los amantes del cómic. Ojalá veamos más iniciativas como esta.


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