No
conozco piezas de mayor belleza literaria que estos Poemas en Prosa
de Oscar Wilde. Dando las justas y preciosas pinceladas, parece que
cada frase es música y color, y no encontramos jamás una tosca
descripción o un simple avanzar narrativo de la historia. Wilde no
quiere contar una historia, sino hacer sonar nuestra imaginación.
Los
nombres de los personajes y los lugares traen reverberaciones
preciosistas a nuestra mente, los diálogos son de una gran
sensibilidad. Los hechos, protagonizados por seres alegóricos e
inmateriales, crean esa sensación de irreal realidad de cuando a
temas del espíritu se refiere.
Estos
Poemas en Prosa son una chuchería literaria, un caramelo que se lee
sin darse cuenta; un dulce que no empalaga y que no necesita que nos
remanguemos para comer. Un libro para tener en el cajón de la mesita
de noche, y sacar a relucir de vez en cuando, como el brillo de
pequeños diamantes. Aquí dejo una muestra, el resto es vuestra labor:
El
artista:
Un
día nació en su alma el deseo de modelar la estatua del «Placer
que dura un instante». Y marchó por el mundo para buscar el bronce,
pues sólo podía ver sus obras en bronce.
Pero
el bronce del mundo entero había desaparecido y en ninguna parte de
la tierra podía encontrarse, como no fuese el bronce de la estatua
del «Dolor que se sufre toda la vida».
Y
era él mismo con sus propias manos quien había modelado esa
estatua, colocándola sobre la tumba del único ser que amó en su
vida. Sobre la tumba del ser amado colocó aquella estatua que era su
creación, para que fuese muestra del amor del hombre que no muere
nunca y como símbolo del dolor del hombre, que se sufre toda la
vida.
Y
en el mundo entero no había más bronce que el de aquella estatua.
Entonces
cogió la estatua que había creado, la colocó en un gran horno y la
entregó al fuego.
Y
con el bronce de la estatua del «Dolor que se sufre toda la vida»
modeló la estatua del «Placer que dura un instante».